lunes, 15 de septiembre de 2014

PASO A LA MUERTE

Era 1999 en el mes de Noviembre, vivía un hombre anciano, con canas en su cabello una vida recorrida, y experiencias que contar, vivía solo en su casa con un acuario en donde tenía un pez dorado, tan solo como el mismo, pasaba los días subiendo y bajando las escaleras viendo los cuadros pegados en su pared, mirando por la ventana y sufriendo en silencio. Estaba aquel día sentado en su cama con una pijama de rayas, viendo por la ventana, como los niños se divertían y jugaban con una pelota, el sol estaba más brillante que nunca, el cielo estaba despejado, y habían unos cuantos pájaros cantando en la punta de los faroles, voltio la mirada y vio un cuadro que tenía colgado en la pared, justo al frente de él, era un barco opaco y oscuro en medio de la tormenta que trataba de sobrevivir a las olas, y empezó a recordar como su miserable vida era una verdadera tormenta y aun no entendía como ella seguía en pie.


Cerró los ojos, y empezó a imaginarse como llego hasta ese día, en donde no le encontraba sentido a su vida y donde todo parecía ser en vano. Era niño, vivía con sus padres, aparentemente era feliz y no le faltaba nunca nada, era inteligente y parecía ser el mejor de su clase, sin embargo, era un chico solitario, no le prestaba mucha atención a las cosas que pasaban a su alrededor, solía ser callado y no compartía lo que sentía. Se fue formando arrogante y prepotente, su soldad se convirtió en egoísmo, nunca pensó en enamorarse porque pensaba que los sentimientos no se tenían que compartir, su idea existencialista de hombre, le hacía pensar que el hombre nacía solo y que solo vivía para morir.


Así fue creciendo, en su juventud todo lo que pensaba se hizo más grande, cada día tenia menos amigos, pensaba que era una pérdida de tiempo compartir la vida o aceptar a alguien más. Era muy inteligente y su mente era tan grande como el mismo en su interior, sentía que era capaz de lograr grandes cosas, tenía un espacio o mejor llamado un “vacío” en su vida, que no lograba llenarlo nunca. Cada día se hacía más a la idea que nadie era perfecto, que el hombre era una manada de errores lanzadas al vacío, y que no valía aceptar los errores de los demás.


Se hizo adulto y así siguió su vida, se hizo profesional, y estudio mucho, tenía muchos títulos y galardones, trabajo pero nada lleno nunca su vacío, no quería conocer personas ni aceptarlas como eran. Al final nunca se casó, lo intento pero era tanta su individualidad, que no dejo entrar a nadie a su pequeño mundo arrogante. Así paso el tiempo, solo, con dinero, una casa grande, cuadros por toda la casa, pensando que era inocente de su soledad.


Llego al principio, acostado en su cama y solo pudo llegar a una conclusión. Se dio cuenta que el mundo no era tan pequeño como él creía, vio que todas las personas tienen una esencia diferente y una personalidad única, que todos tenemos errores o maneras de actuar distintas, pero que la vida se basaba en aceptarnos como somos, se dio cuenta que nuestra identidad depende de nosotros mismos, que somos un mundo abierto a toda clase de opiniones y personas, que depende de nosotros el respeto a cada mundo, que tenemos que convivir con nuestras dos identidades: la social, aquella que compartimos con los demás, y la individual: la que conservamos para nosotros mismos, del equilibrio de esto depende que nuestro barco permanezca en pie.


Pero ya era tarde, en esos 2 minutos de ligero sueño paso toda su vida, logros y errores por su cabeza, era como si la vida le diera una última oportunidad para que se diera cuenta de la solución para llenar su vacío, era el final y solo ahí se dio cuenta que somos uno solo que todos éramos diferentes, y en esa misma tarde soleada de noviembre ya había llegado su muerte, ya se había acabado su historia, y su barco al fin había llegado a tierra.


María Camila González Gutiérrez


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